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El narcotráfico y su impacto en la economía colombiana

El narcotráfico es definido como la actividad de comercializar  ilícitamente drogas tóxicas en grandes cantidades. Estas sustancias son tan variadas como la manera en que se distribuyen. Entre las más conocidas están: la cocaína, la marihuana, la heroína, las drogas sintéticas entre muchas otras. Es de precisar que cada vez  las hay de mejor calidad y más potentes.

Desde el inicio del auge del narcotráfico en los años setenta y el consecuente aumento en el consumo por parte de los países industrializados, se inició una batalla directa contra esta actividad  que a la fecha ha sido insignificante no solo por derrotarla sino al menos por controlarla.

Oficialmente la guerra contra el narcotráfico en Colombia se inició durante el mandato del entonces presidente de la república Belisario Betancur Cuartas (periodo de 1982 – 1986) tras el asesinato del ministro de justicia Rodrigo Lara Bonilla, acto que fue perpetrado por órdenes directas de los llamados “extraditables” (alianza entre carteles de la droga colombiana) como medida de represión a los acuerdos unilaterales que se formalizaban en ese entonces entre los gobiernos de  Colombia y Estados Unidos para  la extradición de aquellos individuos que incurrieran en este tipo de delito y pagaran sus condenas en centros penitenciarios de ese país del norte.

Colombia ha tenido cuatro de los carteles más poderosos del mundo (cartel de Medellín, cartel de Cali, cartel del Norte del Valle y el cartel de la Costa Atlántica) por esta y otras razones el país llegó a ser considerado el principal productor y distribuidor de cocaína a nivel mundial. Lo que repercute de manera negativa tanto en el ámbito internacional como en el local. Provocando todo esto consecuencias funestas para  el crecimiento socio-económico del país.

Las cifras en ganancias anuales de este negocio ilegal trascienden cualquier límite de lo real, son abismales desde cualquier punto de vista, tanto en menor proporción como las cantidades destinadas por el gobierno para combatirlo; pues evidentemente estas organizaciones ilegales o grupos armados en la mayoría de los casos se han adueñado de esta actividad ilícita como modelo preferido para su financiación.  En la actualidad este contexto también es asociado y aplicado a las denominadas bandas criminales emergentes ó Bacrim.

Es de precisar que el narcotráfico a pesar de ser combatido por el estado nunca dejó de crecer, ni tampoco su capacidad de violencia. Esta última y la criminalidad de manera mancomunada con las drogas y su distribución, causan grandes y graves perjuicios a la estabilidad económica de cualquier país.

Para mencionar algunas implicaciones socio-económicas de esta actividad ilícita, basta con preguntarnos ¿Cuántas hectáreas de tierra productiva se están empleando para la siembra de la hoja de coca y no para el cultivo de alimentos? ¿Cuántos campesinos han sido despojados de sus  tierras para darle este tipo de usos inadecuados  aumentando así el número de personas que se han convertido en desplazados y a la vez en desempleados? No olvidemos tampoco la contraparte de este contexto donde encontramos  los consumidores de estas sustancias, la mayoría de ellos jóvenes los cuales en medio de su irreversible e incontrolable adicción van en deterioro de su propia salud, todo esto se refleja en el alto número de muertes  ocasionadas anualmente por este consumo insaciable. Sumémosle además los altos índices  de violencia y criminalidad con los que contribuye este entorno caótico conformado por agentes productores y agentes consumidores.

Como conclusión se puede afirmar que a la fecha, la estrategia colombiana  ha sido exitosa en el logro de su principal objetivo: la reducción considerable del  narcoterrorismo, en cambio ha sido poco eficaz al combatir la producción y comercialización de las drogas. En realidad la represión de la actividad es un poco desorganizada pues se orienta más a satisfacer los intereses de Estados Unidos que a lograr resultados concretos.

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